Debido al aumento de los videojuegos y su popularidad, en los últimos años, varias investigaciones se han centrado en los posibles efectos psicosociales derivados de este tipo de juegos, ya que estos aparatos electrónicos desempeñan un papel importante en el desarrollo del niño.
Cuando se aprende a jugar un videojuego se produce una mejora de la atención, tanto sostenida como dividida, ya que, debido a dicha curva de aprendizaje, se genera un aumento de la activación cerebral prefrontal y frontal.
Un uso adecuado de este tipo de tecnologías se ha asociado a un menor tiempo de reacción en tareas de búsqueda visual y en discriminación forma/color y en el seguimiento de múltiples objetos.
El problema aparece cuando el uso de este modo de entretenimiento resulta excesivo, hasta llegar a ser adictivo. Esto sucede especialmente cuando se trata de videojuegos online ya que el videojuego nunca se interrumpe ni termina, y, tienen el potencial de convertirse en una actividad a tiempo completo.
Aquí los videojuegos se asocian con la aparición de problemas atencionales, los cuales se extienden hasta la adultez temprana, debido a una mayor exposición a hormonas del estrés como son la norepinefrina y el cortisol.
Por eso el uso de estas tecnologías podría estar relacionado con el aumento de jóvenes con Trastorno de Atención e Hiperactividad (TDAH). El déficit de atención puede asociarse a un peor rendimiento académico. Estudios como el de Cummings y Vandewater (2007) han demostrado que los usuarios de videojuegos leen un 30 % menos que los niños que no lo son, así como que los primeros dedican un 34 % menos de tiempo a hacer sus deberes que los segundos.
Dicho peor rendimiento escolar también se relaciona con una mayor conducta antisocial. Más del 85 % de los videojuegos son de temática violenta, observándose cada vez una mayor tolerancia a los mismos, y, por ende, una promoción de la violencia a edades tempranas. Esto también afecta al cerebro, observándose una mayor activación de la amígdala en aquellos sujetos que hacen uso de videojuegos violentos, así como una menor actividad en áreas orbitofrontales, encargadas de las funciones ejecutivas, y que se relaciona con una menor capacidad de autocontrol y una mayor impulsividad.
Junto con esta mayor tolerancia a la violencia, también se produce una mayor probabilidad de consumo de alcohol y de drogas (hasta un 30 % según algunos estudios).
El abuso de videojuegos tiene consecuencias negativas como un mayor aislamiento social, no solo con personas de su misma edad, sino también con sus padres.
Por lo tanto, es importante hacer hincapié en una buena psicoeducación como método de prevención de este tipo de adicciones.
Fuente: Efe Salud.
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