Ayuno intermitente: ¿Vive más quien ayuna?

Un artículo publicado en la revista científica The New England Journal of Medicine, el doctor Mark Mattson, neurocientífico de Johns Hopkins Medicine deduce que existen datos científicos que confirman los beneficios del ayuno intermitente.

Mattson, quien ha dedicado 25 años a la investigación del efecto que tiene la dieta sobre la salud y quien la ha practicado desde hace casi 20 años, indica que “el ayuno intermitente puede convertirse en otro hábito saludable en la vida de las personas”. El catedrático de neurociencia en la Universidad Johns Hopkins indica en este artículo que su objetivo es explicar el fundamento científico del ayuno intermitente y su aplicación en el ámbito clínico, de manera que los médicos puedan orientar al paciente que desee implementar este tipo de dieta.

Existen dos modalidades principales de la dieta; a saber, una versión que promueve que se ingieran todas las comidas del día en un periodo de seis u ocho horas, y la denominada “dieta 5:2”, en la que durante dos días a la semana las personas se limitan a comer únicamente una comida diaria de tamaño mediano.

Según Mattson, los estudios indican que este cambio mejora la regulación de la glucemia, aumenta la resistencia ante el estrés oxidativo y disminuye la inflamación durante varios periodos. Ni el cambio metabólico, ni los beneficios que se le asignan, se presentan en los estadounidenses, ya que la gran mayoría consume tres comidas diarias, además de meriendas o refrigerios entre comidas.

En el artículo, Mattson advierte que los resultados de cuatro estudios, tanto con animales como con personas, revelaron que el ayuno intermitente también reduce la presión arterial, la lipidemia y la frecuencia cardíaca en reposo.

Algunos estudios preliminares han indicado recientemente que el ayuno intermitente también aporta beneficios al cerebro. En abril, afirma Mattson, la Universidad de Toronto realizó un ensayo clínico multicéntrico, en el que participaron 220 adultos sanos, con peso normal. Los participantes siguieron una dieta con limitación calórica durante dos años y, tras someterse a una serie de pruebas cognitivas, se descubrió que su memoria había mejorado.

Está claro que aún se necesitan más investigaciones que ratifiquen el efecto del ayuno intermitente sobre la memoria y el aprendizaje. “De confirmarse, esta dieta, o el fármaco que imite su acción en el organismo, puede convertirse en una herramienta médica para prevenir la degeneración neural y la demencia senil”, afirma Mattson.

“Nos encontramos ante la posibilidad de añadir información sobre el ayuno intermitente al plan de estudios de medicina, como complemento a las recomendaciones sobre dietas y ejercicios saludables”.

Los médicos, sugiere el catedrático, deben aconsejar a los pacientes que aumenten las horas y la frecuencia del ayuno poco a poco, a lo largo de varios meses, en lugar de lanzarse a la dieta de sopetón. Ya que se trata de adoptar un hábito nuevo, resulta fundamental que los médicos conozcan las bases científicas sobre las que se sustenta el ayuno intermitente, de manera que sepan comunicar a los pacientes las ventajas, los perjuicios y los retos de empezar este tipo de régimen, así como ofrecerles el apoyo necesario.

Rafael de Cabo, becario del programa de investigación intrainstitucional en gerontología del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento, es coautor del presente artículo.

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