GINEBRA.- La hepatitis viral causa cada año 1,45 millones de muertes, por lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) urgió a todos los países a actuar contra la enfermedad reforzando la investigación y el acceso al diagnóstico y a los tratamientos.
Con motivo del Día Mundial sobre la Hepatitis, que se celebra el próximo 28 de julio, la OMS quiso hacer un llamamiento para que se deje de ignorar la enfermedad que causa más muertes al año que el sida, la tuberculosis o la malaria.
“Siguiendo nuestra estrategia, creemos que si se mejorara la prevención y los tratamientos evitaríamos unas siete millones de muertes hasta 2030”, dijo en rueda de prensa el director del programa de la OMS contra la hepatitis, Stefan Wiktor.
La hepatitis es la inflamación del hígado, provocada en la mayoría de los casos por una infección causada por cinco virus principales: A, B, C, D, E. Mientras que la A y E se contraen por la ingesta de agua o comida contaminada, la B, C o D se contagian a través de fluidos corporales, de la sangre (compartiendo jeringuilla, por ejemplo) o por la vía sexual.
Sus variantes más peligrosas son la B y C, que sufren unos 400 millones de personas en el mundo, de los que entre el 20 y el 30 por ciento terminan por desarrollar cirrosis o cáncer de hígado. Mientras que el tipo B se puede evitar con una vacuna (sólo existe vacuna para la A y la B), no existe inmunización para la hepatitis C.
Sin embargo, la C se puede curar por completo con medicamentos, mientras que para la B el tratamiento es de por vida, puesto que sólo se elimina la infección, pero el virus se mantiene en el cuerpo.
Según la OMS, la hepatitis no recibe toda la atención que requiere para su erradicación debido a la dificultad de explicar la mortalidad asociada a la enfermedad, principalmente por la variedad de tipos que existen. Además, las vías de contagio son diferentes en cada caso y los decesos normalmente ocurren décadas después de contraer la infección.
Asimismo, en muchas ocasiones, cuando la gente fallece por cirrosis o cáncer de hígado, no siempre se establece una relación con la hepatitis.
Para Wiktor, el problema reside también en que se trata de una enfermedad “silenciosa”. “Las infecciones en la mayoría de los casos son asintomáticas. Con los tipos B y C, cuando se va al médico por molestias, años o décadas después, es cuando ya se ha desarrollado una cirrosis o un cáncer. En ese momento es cuando se diagnostica a mucha gente”, explicó el experto.
“Esto muestra la falta de concienciación y de oportunidades para hacerse una prueba. El diagnóstico es sencillo, sólo se necesita una muestra de sangre”, agregó.
En este sentido, Wiktor resaltó no sólo la importancia de centrarse en los tratamientos, sino también en las campañas de prevención y sensibilización, en asegurar las prácticas seguras en los centros sanitarios y en fomentar la vacunación.
La Asamblea Mundial de la Salud aprobó el pasado mayo por primera vez una estrategia para tratar hasta 2020 a 8 millones de personas con hepatitis B o C. Para 2030, la organización fijó como objetivo reducir las nuevas infecciones de la enfermedad en un 90 por ciento y las muertes ligadas a la misma, en un 65 por ciento.
Actualmente y gracias a la inclusión de los fármacos contra los tipos A y B en las cartillas de vacunación, un 82% de los niños en el mundo están inmunizados contra ambos tipos de la enfermedad.
Fuente: EFE
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