Dr. Luis Faringthon Reyes, especialista en Angiología, Cirugía Vascular, Endovascular y Torácica.
Presidente del Consejo Nacional de Sociedades Médicas Especializadas.
Pocas enfermedades logran tener un impacto tan profundo y multisistémico como la diabetes. Más allá del control glucémico, esta afección crónica conlleva consecuencias devastadoras si no se maneja adecuadamente. Una de las más alarmantes y, tristemente, frecuentes es la amputación de extremidades inferiores. ¿Puede evitarse? La respuesta es un rotundo sí. Pero la clave está en la prevención, la educación y la atención continua.
Las amputaciones no son una sentencia automática para quienes viven con diabetes, pero sí una posibilidad muy real cuando se descuida el cuidado personal y médico. Alrededor del 15% de los pacientes diabéticos desarrollan úlceras en los pies en algún momento de su vida. Estas pequeñas heridas pueden parecer inofensivas al inicio, pero combinadas con neuropatía diabética, deformidades como el pie de Charcot, enfermedades vasculares y hábitos como el tabaquismo, se convierten en el punto de partida de un proceso que puede terminar en la pérdida de una extremidad.
Y lo más doloroso de todo es que muchas de estas situaciones podrían prevenirse con acciones simples pero constantes. Un buen control de la glucosa, la higiene diaria de los pies, evitar caminar descalzo, usar calzado adecuado, revisar la piel en busca de heridas o cambios y consultar regularmente con un especialista en pie diabético o un cirujano vascular son medidas que hacen una gran diferencia. También hay que recordar la importancia del ejercicio diario, dejar de fumar y controlar la presión arterial. Son hábitos que no solo benefician al pie, sino a todo el cuerpo.
Cuando ya se presenta una úlcera, la respuesta médica debe ser inmediata y especializada. Desde la limpieza y curación de la herida, pasando por la eliminación de tejido muerto, hasta la posible necesidad de intervenciones como la angioplastia, existen muchas herramientas para evitar llegar a la amputación. Los avances en procedimientos endovasculares han dado una nueva esperanza al llamado “salvamento de extremidades”. Hoy, más que nunca, contamos con recursos para recuperar el flujo sanguíneo y evitar que una herida se convierta en un factor de alto riesgo para el paciente.
Pero, seamos claros: cuando no se actúa a tiempo, las consecuencias pueden ser fatales. Si una infección compromete la vida o la herida ya no puede ser tratada eficazmente por otras vías, la amputación —menor o mayor— puede ser el único camino. Un desenlace doloroso, tanto física como emocionalmente, que deja una marca imborrable en la vida del paciente.
Por eso, el llamado es urgente y claro: ¡no permitas que suceda! La diabetes no tiene por qué arrebatarte tus pasos, tu independencia o tu calidad de vida. La clave está en la prevención, el control y, sobre todo, en no ignorar las señales de alarma. Porque con la información correcta, atención médica adecuada y responsabilidad personal, las amputaciones por diabetes pueden convertirse en algo cada vez menos frecuente.
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