Cómo introducir los alimentos al finalizar la lactancia materna exclusiva
La alimentación complementaria, definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), es el proceso de transición entre la lactancia materna exclusiva hacia los alimentos familiares, abarcando el periodo entre los 6 a 24 meses de vida. Esta inicia alrededor del sexto mes, cuando la leche materna por sí sola no es suficiente para cubrir las necesidades nutricionales del lactante en crecimiento, y por tanto es necesario incorporar otros alimentos y líquidos a su dieta diaria. La alimentación complementaria juega un papel muy importante en el desarrollo psicomotor del infante, y establece las bases para la inclusión del lactante en la vida familiar.
La introducción de alimentos sólidos a la dieta del lactante es un evento muy importante para su desarrollo físico, psicomotor, emocional, afectivo y social. Es una experiencia que propicia la maduración de sus sistemas, exponiéndolo a nuevos sabores, olores y texturas, y ayudándolo a establecer la coordinación neuromuscular necesaria para otros procesos dentro de su crecimiento y desarrollo.
El sexto mes de vida es el momento en el que el aparato digestivo del lactante está preparado para adaptarse a la ingestión, digestión y absorción de nutrientes diferentes a la leche materna.
El desarrollo neuromuscular será el factor determinante para establecer si el lactante está listo para iniciar la alimentación complementaria. Para esto es necesario que el niño sea capaz de tomar una posición erguida, sostenga por sí solo la cabeza y el tronco y pueda sentarse; además, debe haber adquirido la habilidad de masticar. Todos estos eventos ocurren normalmente alrededor de los seis meses de edad.
La alimentación complementaria es una actividad que fortalece el desarrollo de los cinco sentidos, además de que integra el lactante a la vida en familia, por lo que es importante que desde el inicio se le ofrezcan los alimentos que va a consumir en su hogar, para ir acostumbrándolo a la aceptación de esos alimentos con todas sus características, exceptuando aquellos alimentos ricos en sal y azúcar.
Es importante ofrecer al niño sabores variados para que los conozca y se adapte a los mismos, si rechaza reiteradamente alguno no se debe presionar, simplemente cesar la oferta de ese alimento e intentarlo de nuevo otro día, lo mismo sucede con las diferentes texturas.
Esta introducción debe ser gradual, iniciando al sexto mes de vida con una comida, más lactancia materna a libre demanda, e incrementando gradualmente el número de comidas a 2 entre el séptimo a octavo mes, 3 entre el noveno y el doceavo mes y 4 comidas luego de cumplido el primer año de vida, siempre permitiendo la lactancia a libre demanda.
Es recomendable que los alimentos sean blandos y húmedos, machacados o triturados, pero que mantengan la textura de estos, esto contribuye al desarrollo de los sentidos y a que el niño acepte con más facilidad otros alimentos según se vayan introduciendo.
No es recomendable ofrecer jugos a los lactantes, el jugo reduce el apetito por otros alimentos más nutritivos como la leche materna, y puede causar dermatitis del pañal, diarrea o un aumento excesivo de peso.
Es muy importante ofrecer alimentos variados y que aseguren las necesidades nutricionales del niño en los primeros dos años de vida. Es recomendable el consumo de carne, aves, huevos, frutas y vegetales. Se recomienda que los alimentos sean introducidos uno a la vez, dando el mismo alimento por varios días, esto permite evaluar la tolerancia al mismo e identificar oportunamente cualquier reacción adversa.
Durante el primer año se deben evitar algunos alimentos: miel, sal, azúcar, nitratos (presentes en las espinacas), cualquier alimento que pueda causar ahogo por su tamaño y consistencia y leche entera de vaca.
Los buenos hábitos de alimentación comienzan temprano, es importante que su hijo se acostumbre al proceso de comer: sentarse, tomar el alimento con una cuchara, descansar entre bocados y dejar de comer cuando no tenga más hambre.
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Cortesía: Primera ARS Humano.
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