Investigadores del Centro Oncológico Kimmel de Johns Hopkins afirman tener mayores indicios de que medir y monitorear el ADN tumoral naturalmente circulante en la sangre de los pacientes con melanoma podría ayudar no solo a detectar las fases iniciales de la proliferación y diseminación del cáncer sino también a develar nuevos tratamientos que tal vez solo el análisis genético del tumor no vislumbraría.
Según apunta Evan Lipson, M.D., profesor titular de oncología en el Centro Oncológico Kimmel y miembro del Instituto Bloomberg~Kimmel de Inmunoterapia para el Cáncer.
“En algunos pacientes de nuestro estudio, las concentraciones de ctDNA (ADN tumoral circulante) cuantificadas por un análisis de sangre relativamente sencillo revelaron mutaciones tumorales a las cuales potencialmente se podrían dirigir terapias con fármacos ya existentes o nuevos que inhiben las mutaciones de proliferación tumoral que no son reveladas a través de la huella genética o el tumor mismo”.
“En otros pacientes, las concentraciones de ctDNA predijeron con exactitud la progresión de la enfermedad tal y como se vio en las tomografías computarizadas (TAC), lo cual refuerza el papel del ctDNA como biomarcador sanguíneo de la actividad del melanoma en pacientes que padecen de esta enfermedad”, agrega el doctor Lipson. Actualmente no existe ningún biomarcador sanguíneo de progresión de la enfermedad que pueda predecir el melanoma en forma sistemática y totalmente confiable. Descubrir uno, según el doctor Lipson, no solo mejoraría los resultados del tratamiento, sino que también reduciría el uso de tratamientos innecesarios o ineficaces.
Para su estudio, publicado en Molecular Oncology, los científicos del Centro Oncológico Kimmel analizaron el ctDNA sanguíneo de 119 pacientes de Johns Hopkins con melanoma avanzado. Los pacientes fueron divididos en tres grupos, de acuerdo a su tipo de tumor y a las posibles mutaciones que son frecuentes y recurrentes en estos tumores.
En el primer grupo de 60 personas había pacientes con melanoma metastásico cuantificable mediante radiografía, independientemente de la presencia de mutaciones tumorales. En este grupo, las pruebas de ctDNA revelaron una mutación a la cual se podía dirigir la terapia en 38 de los 60 pacientes. En 33 de esos pacientes, las mutaciones detectadas usando el ctDNA coincidían con las mutaciones encontradas en los especímenes tumorales. Y en dos de los pacientes, las pruebas de ctDNA revelaron una mutación que no se había descubierto en las pruebas del tejido tumoral.
Segundo grupo con 29 pacientes con melanoma de alto riesgo (etapa IIB-IV) extirpado con cirugía, cuyo tejido tumoral reveló alguna de las siete mutaciones frecuentes. En este grupo, ninguno de los pacientes a quienes se les extirparon los tumores de melanoma tenía indicios de la enfermedad antes de comenzar el estudio. Sin embargo, durante el mismo, se descubrió que cinco de los 29 pacientes tenían melanoma recurrente, y en dos de esos casos, se detectó el ctDNA.
Un tercer grupo de 30 pacientes que estaban recibiendo o habían recibido tratamiento contra el melanoma avanzado y tenían alguna de las siete mutaciones frecuentes. De los 30 pacientes, 17 respondieron parcial o completamente al tratamiento, lo cual fue confirmado mediante TAC a las 8, 14, 25 y 38 semanas, y no se encontró ctDNA en esos pacientes después de una evaluación inicial mediante tomografía computarizada (TAC). En los 13 pacientes que quedaban, el ctDNA fue detectado durante el curso de su tratamiento. En cuatro de esos 13, la enfermedad se identificó simultáneamente utilizando TAC y los resultados del ctDNA. En otros cuatro, los resultados del ctDNA predijeron la progresión de la enfermedad que fue confirmada mediante TAC.
“Cuando se utilizaron solo pruebas genéticas del tumor para algunos de los pacientes, estas no revelaron ninguna opción para tratamiento dirigido”, indica el doctor Lipson. “Pero resulta que cuando miramos en el torrente circulatorio, encontramos el ctDNA, el cual develó opciones terapéuticas que ofrecían beneficio a los pacientes y que, de lo contrario, no iban a utilizarse.”
En general, a los pacientes con melanoma que reciben tratamiento se les suele dar seguimiento realizando TAC cada cierto número de meses conforme avanza el tiempo para comparar la proliferación o la regresión de los tumores. Al utilizar los resultados de análisis repetidos del ctDNA sanguíneo que reflejan la actividad tumoral en conjunción con esas tomografías, los investigadores afirman que el biomarcador predijo la progresión posterior de la enfermedad puesta en evidencia en las TAC.
Estos hallazgos constituyen mayor indicio de que las pruebas del ctDNA pueden ayudar a los radiólogos y oncólogos a interpretar mejor los resultados de las pruebas y los tratamientos en los pacientes que padecen de melanoma avanzado. Según los datos del Instituto Nacional del Cáncer, hubo 91.270 casos nuevos de melanoma en 2018, cifra que constituye más del cinco por ciento de todos los casos nuevos de cáncer. Se calcula que hubo unas 9.320 muertes en 2018, y que el 91,8 por ciento de pacientes sobrevive cinco años o más.
El doctor Lipson señala que, si bien se necesitarán estudios clínicos más extensos para investigar más a fondo y confirmar estos hallazgos, existen cada vez más pruebas de que utilizar el ctDNA puede mejorar los resultados terapéuticos y develar otras posibilidades de tratamiento para algunos pacientes con melanoma.
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