¿Pero qué ocurre con el ejercicio si se trata de personas con alguna enfermedad grave o crónica como una afección cardiovascular o esclerosis múltiple?
Según los expertos el entrenamiento físico se están revelando cada vez más como un potente fármaco, aunque el estado de los pacientes pudiera parecer, a priori, totalmente incompatible con cualquier ejercicio que requiera un mínimo esfuerzo.
Una vez aceptada esta tesis, el quid de la cuestión reside en acertar con las dosis adecuadas, principalmente en tiempo e intensidad, explicaron los profesores José Manuel Sarabia y David Barbado, del Centro de Investigación del Deporte de la Universidad Miguel Hernández de Elche, en el curso de Verano de El Escorial “Deporte y salud, deporte e igualdad”, de la Universidad Complutense de Madrid.
En relación a las patologías cardiovasculares hay mayores evidencias científicas sobre la bondad de los ejercicios físicos para la rehabilitación de estos pacientes.
Organizaciones internacionales como la Sociedad Americana de Rehabilitación Cardiovascular y Pulmonar fija en tres fases los ejercicios físicos que deben hacer aquellos que han sufrido un infarto o un episodio grave cardiovascular.
La fase I, que coincidiría con la estancia del paciente en el hospital, habitualmente de 6 a 14 días, los ejercicios físicos recomendados se realizan con movimientos amplios de los miembros, ejercicios en la cama, sentarse y levantarse de forma intermitente y caminatas.
En la fase II y durante el período de convalecencia, es decir tras el alta hospitalaria pero todavía baja laboral (entre 8/12 semanas), la actividad física se prescribe después de determinar el perfil de riesgo y los resultados del test ergométrico.
En la fase III se llevaría a cabo un programa supervisado de desarrollo y mantenimiento, de 4 a 6 meses de duración, combinando ejercicios de fuerza con ejercicios aeróbicos.
“Hay guías que recomiendan 30 minutos de ejercicio moderado durante 5 días a la semana, o tres días con ejercicios de intensidad vigorosa”.
“La intensidad es un problema serio, porque es lo que más miedo da, meter mucha intensidad con paciente infartado, y el riesgo de primeras parece ser mayor, pero estudios recientes dan más importancia a ejercicios más intensos, porque ayudan más a mejorar la funcionalidad del paciente”.
Para David Barbado es tal la evidencia de que la actividad física es muy importante que ya se empieza a pensar en ella como un fármaco que necesita además ser administrado en las dosis adecuadas para obtener mejores respuestas.
En relación a la esclerosis múltiple, enfermedad neurodegenerativa conocida como la dolencia de las mil caras, el entrenamiento físico “es una gran herramienta para mitigar esta patología” a pesar que inicialmente estaba contraindicada.
De acuerdo con la Sociedad Española de Medicina del Deporte, en términos globales y para la población en general el ejercicio físico tiene los siguientes beneficios: Mejoran el metabolismo, el sistema respiratorio, el aparato cardiovascular el aparato locomotor, asimismo el sistema inmunológico y psicológico, entre otros.
Fuente: Efe Salud
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