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El complejo camino por recorrer en la carrera contra el alzhéimer

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Los avances en la prevención de las enfermedades infecciosas y vasculares han prolongado

considerablemente la esperanza de vida pero han traído como contrapartida un aumento en la frecuencia de enfermedades degenerativas. El alzhéimer es uno de los procesos más prevalentes y temidos, porque ataca lo más valioso y esencial del ser humano: las capacidades cognitivas, relacionales y afectivas; en definitiva, la identidad.

En todo el mundo existen aproximadamente 40 millones de personas con Alzheimer, a día de hoy, un tercio de las personas mayores de 85 años padecen demencia que, en la mayoría de los casos, es debida a este padecimiento, si no se consigue algún tratamiento que modifique el curso de la enfermedad, esta cifra se verá triplicada en 2050.

La enfermedad de Alzheimer obedece a un modelo fisiopatológico complejo, todavía no bien comprendido. Los cambios biológicos son bien conocidos -depósito extracelular de una pequeña proteína (péptido abeta) que se agrega en forma de fibrillas (amiloide), fosforilación de la proteína tau asociada a los microtúbulos intraneuronales, proliferación glial, degeneración y muerte neuronal- pero las causas y los elementos de conexión entre estos fenómenos no están claros. Desconocemos cuál es el papel fisiológico de los distintos tipos de abeta, que podrían estar relacionados con mecanismos de compensación de la disfunción o daño neuronal. Se ha especulado que la enfermedad de Alzheimer sería a fin de cuentas el tributo de nuestra especie a su longevidad.

Los factores de riesgo de alzhéimer atestiguan la complejidad del proceso -sexo femenino, hipertensión, diabetes, tabaco, depresión, etc. Pero apuntan en gran medida hacia la enfermedad vascular cerebral como uno de los principales agentes implicados, tal vez provocando un aclaramiento deficiente del amiloide que daría lugar a su agregación y, finalmente, a la aparición de la enfermedad.

A pesar de las mencionadas lagunas de conocimiento, los científicos llevan décadas persiguiendo la vía del amiloide con la esperanza de poder revertir, o al menos detener, el proceso del Alzheimer. Los primeros intentos terapéuticos en humanos se llevaron a cabo con “la vacuna del Alzheimer”, que no era sino el propio péptido abeta sintetizado de forma artificial e inyectado por vía intravenosa.

Los ensayos clínicos, llevados a cabo en 2000 y 2001, tuvieron que interrumpirse por la aparición de casos de meningoencefalitis, algunos de ellos con desenlace fatal. El siguiente paso fue la síntesis de anticuerpos monoclonales humanizados dirigidos frente a distintos fragmentos del péptido abeta. Los ensayos clínicos, realizados en miles de pacientes con Alzheimer inicial, arrojaron aceptables resultados de seguridad, pero no se demostró un beneficio clínico.

Al igual que su prevalencia, la complejidad del Alzheimer crece con el tiempo. Otras dianas terapéuticas más allá del amiloide -fosforilación de la proteína tau, inflamación, estrés oxidativo, y otros podrían sumar beneficios o ser más eficaces en determinados pacientes, pero la investigación es todavía muy escasa, en comparación con la extensión del campo. Queda por tanto un camino largo y complejo hasta la detención del alzhéimer.

Fuente: EFE Salud

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