Por la doctora Rafaelina Concepción, Cardióloga, secretaria de educación de la Sociedad Dominicana de Cardiología.
A principios de 2020, cuando nos enteramos de un nuevo coronavirus con consecuencias potencialmente graves, había comenzado la carrera para aprender todo lo que pudiéramos y deberíamos al respecto. En poco tiempo, y con tanto por descubrir, surgió una desafortunada tendencia: La COVID-19 representaba un riesgo particular para los pacientes con problemas subyacentes como enfermedades cardíacas, que ya es la principal causa de muerte en el planeta.
La pandemia ha sido algo tan sorpresiva y en tal magnitud que ha distraído a las personas con requerimiento y atención de la patología cardiovascular. Esta disminución de las visitas en las consultas va a tener una repercusión a largo plazo sin duda de todos los pacientes cardiovasculares y con otras patologías.
Los pacientes con alguna sintomatología cardiovascular están visitando sus médicos o la emergencia 24 a 48 horas después de iniciado los síntomas cardiovasculares, por miedo al contagio de la COVID-19. Como por ejemplo los pacientes con Infarto del Miocardio que deben tratarse de emergencia. Estos retrasos hacen que ahora los cardiólogos veamos más complicaciones, porque la enfermedad crónica ha evolucionado y sus consecuencias son mayores.
Un obstáculo al que se han enfrentado los pacientes con enfermedad cardiaca crónica es la falta de camas en los centros clínicos, debido a que hay una sobredemanda de atención para personas con covid-19, la cual desestabiliza la enfermedad cardiovascular y aumenta la posibilidad de que aparezca trombosis venosa profunda.
Además, la necesidad de estar en una nueva modalidad de vida, los cardiólogos debemos evaluar la cantidad de actividad física y el aumento de peso. Cuando las personas están resguardadas en sus hogares por recomendación médica disminuye potencialmente el movimiento y en consecuencia hay un aumento de peso. Llevando esto a aumentar lípidos y glicemia con las consecuencias desencadenadas por estos.
Los pacientes con enfermedad cardiovascular son más susceptibles al COVID-19 grave. El riesgo está aumentado en patologías como hipertensión y diabetes, síndrome coronario agudo, lesión del miocardio, insuficiencia cardíaca y enfermedades menos conocidas pero prevalentes, como la cardiopatía reumática.
Se recomienda que los pacientes sean evaluados en función de los riesgos de salud subyacentes, sean enfermedades cardiovasculares u otro tipo de enfermedad crónica, como parte del proceso para identificar a los pacientes con una mayor probabilidad de desarrollar una forma grave de COVID-19 e implementar cuidados específicos.
Para las personas que tienen problemas de salud subyacentes, como enfermedades cardíacas, el mensaje debe ser que su hospital, sala de emergencias o la consulta de su médico son seguros y, si necesita ir, debe hacerlo. Los riesgos de ataques cardíacos y derrames cerebrales superan con creces los riesgos de contraer COVID-19 y el tiempo es verdaderamente esencial cuando surgen problemas cardíacos.
fecha: