Articulo por la doctora Raysa Portorreal
Considerar el hecho de que en el país aparezca un brote de difteria, no es ninguna novedad, esto por la condición endémica de la misma en el país, lo que supone la generación de una histeria colectiva implantada en la población, la cual se basa en el desconocimiento que tenemos y en las sospechas de creencias mal infundadas sobre el uso adecuado y la finalidad de los programas de inmunización.
Hablar de los programas de inmunización en el país, supone ampliar algunos elementos sobre las “vacunas”, esto por que como profesionales de la salud y organismos gubernamentales, debemos entender que un sector poblacional, tiene rechazo a la aplicación de las mismas, conformándose en grupos de personas que por voluntad propia deciden no vacunarse.
Lo que genera que un gran número de personas se preguntan si las vacunas son realmente efectivas, lo que lleva a la discusión entre criterios poblacionales, criterios individuales y la aparición de mensajes contradictorios en los medios de comunicación.
Por esto, es un error muy extendido considerar las vacunas como un antídoto ante las epidemias o ante algún caso de brote. Sin embargo, las vacunas tienen que usarse como prevención, no como un medicamento al estilo de un antibiótico. Un hecho que alimenta el desconcierto de la población cuando surgen epidemias y brotes, o cuando se consideran algunas enfermedades hoy extinguidas que pudieran, por diferentes causas, resurgir o cuando como es el caso de la difteria, la población sin previo conocimiento es informada mediante noticias falsas de que la aparición de esta enfermedad es nueva.
Por lo tanto, debemos poner el valor a las vacunas como un logro de la medicina, haciendo hincapié en que las vacunas han ayudado a que desaparezcan muchas enfermedades y que en República Dominicana, el modelo impulsado desde el Ministerio de Salud Pública, vía el Programa Ampliado de Inmunización (PAI), ha generado sus efectos a largo plazo, con la erradicación de enfermedades como el polio, de la cual se puede decir que de acuerdo, a la OMS, una de cada 200 personas con poliomielitis sufre una parálisis irreversible (por regla general, de las piernas). De las personas con parálisis, entre el 5% y el 10% mueren por la inmovilización de los músculos respiratorios que causa el virus. Situación que en el país tiene más de 30 años de ser eliminada, representando un ahorro para el sistema de salud a causa de la implementación de la vacuna.
De igual manera desde 1986 hasta la fecha, en el país no se registran casos de poliomielitis paralítica, tétanos Neonatal, rubeola y el Síndrome de Rubeola Congénita, todas enfermedades que han sido prevenidas por medio de la aplicación de las vacunas, lo que nos debe poner a pensar de manera objetiva, en el ahorro a largo plazo que supone el no tener ciudadanos dominicanos/as con secuelas permanentes por daños irreversibles a causa de estas enfermedades.
La vacunación constituye uno de los pilares fundamentales de la Salud Pública, empleada en todos los países del mundo siendo considerada como una de las medidas más coste-efectiva para combatir ciertas enfermedades infecciosas. Todos estos factores han colaborado de forma significativa a reducir la morbimortalidad por procesos agudos infecciosos.
Como pilar debemos apoyar y defender la aplicación de las mismas, motivando a nuestra población a ser partícipes de las convocatorias nacionales, no de forma obligatoria, más bien de forma responsable y con conocimiento pleno de los criterios que se deben considerar al momento de colocarse una vacuna:
Las vacunas deben estar colocada en un lugar accesible al público, al cual está dirigida. (Centros de Vacunación autorizados por el Organismo de Regulación Nacional, el cual en este caso sería el Ministerio de Salud Pública).
Las vacunas deben mostrar un buen sistema de seguridad, que permita la garantía de la cadena de frio, es decir que el ciudadano dominicano/a este al tanto de saber que las vacunas no pueden ser colocadas si están fuera de la temperatura optima que deben tener, esto por que pierden su efectividad, con una mayor predisposición a producirle efectos adversos a la persona que se aplica la vacuna.
Disponer de información de impacto, sobre los lugares donde acudir, centros autorizados a nivel público y privado, tener acceso a una base de datos de información consultiva, para llevar el registro particular del calendario de vacunación. Estos son elementos que dotan de autonomía a la población y los hace co-responsables de su proceso.
Lo que nos traduce una clara responsabilidad pública a la hora de ofertar vacunas a la población, ya que con estos productos podemos mejorar el nivel de salud de nuestros ciudadanos y de nuestras ciudadanas, no solo en lo que respecta al estado de salud, más bien en las implicaciones de tipo económico que se desprenden de las enfermedades contagiosas que pueden afectar a la misma.
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