Autor: Carol Solís Rodríguez. Estudiante de Medicina de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Miembro del Comité Permanente en Intercambios de Investigación (SCORE) de la Organización Dominicana de Estudiantes de Medicina (ODEM).
La depresión es uno de los trastornos de la salud mental más frecuentes a nivel mundial, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), que aqueja no solo a personas adultas; sino también a menores de 18 años.
En 2016, en Estados Unidos aproximadamente el 12.8% de la población entre los 12-17 años de edad fue diagnosticada con al menos un episodio de depresión y también el 8% de los adolescentes diagnosticados con Trastorno Depresivo Mayor terminó suicidándose, haciendo así del suicidio la segunda causa de muerte entre adolescentes norteamericanos de 12-17 años de edad.
Mientras que, en nuestro país, República Dominicana en 2018 se encontró una incidencia de depresión infantil correspondiente al 5.2 % de los casos.
No obstante, el trastorno depresivo mayor en niños, niñas y adolescentes pasa desapercibido y sin diagnosticar en la gran mayoría de los casos. Debido a la creciente incidencia y la alta morbimortalidad de esta estigmatizada enfermedad mental, les presento a continuación un caso clínico:
Paciente femenina de 13 años de edad sin antecedentes mórbidos conocidos, es llevada por su madre al departamento de psiquiatría quien refiere que su hija ya no realiza actividades que le gustaba hacer anteriormente como salir con sus amigos, montar bicicleta, jugar. Desde hace más de 3 semanas ha notado cambios en el estado de ánimo de su hija, mostrándose muy irritable, al punto de mantenerse encerrada en su habitación. Por otro lado, la paciente refiere sentir menos apetito y cambios en el patrón del sueño, dice que solo se la pasa durmiendo pero que de todas formas se siente sin energía. Además en la escuela, todos los maestros han notado desinterés y falta de atención de su parte en las clases. No hay historia de medicación psicotrópica, ni trauma, pérdida reciente de algún familiar o ser querido, tampoco cambios que hayan sido significativos en su vida cotidiana.
Este caso ilustra la dificultad de diagnosticar una adolescente con Trastorno depresivo mayor. En primer lugar, procedemos a la Historia Clínica Psiquiátrica, donde no sólo se recogen los datos generales y anamnesis de la posible enfermedad psiquiátrica actual, sino también el Ciclo Vital, que abarca todos los comportamientos y cambios psicológicos de la paciente desde su concepción, embarazo, nacimiento hasta el momento actual.
Para evaluar este caso fue importante obtener información colateral o externa ya que cuando esta información colateral, ya sea de la madre, de los profesores y demás familiares se toma en consideración, se puede identificar los síntomas en este caso del Trastorno Depresivo Mayor según el DSM V que incluyen anhedonia, alta irritabilidad inexplicable, pérdida del apetito, cambios en el patrón del sueño, falta de energía, quejas somáticas, disminución del nivel de interés.
En segundo lugar, se procede a realizar el examen mental y también el examen físico donde se completó la evaluación general y el diagnóstico médico diferencial para descartar la presencia de enfermedades orgánicas no psiquiátricas. Se realizaron pruebas la función neuroendocrina como las de la función tiroidea (TSH, T3 y T4) las cuales estuvieron normales para descartar hipotiroidismo ya que puede ocasionar depresión. La prueba de supresión de dexametasona (PSD) la cual muestra positividad en el 45% en los trastornos depresivos mayores y del 70% en los episodios depresivos mayores con rasgos psicóticos resultó negativa.
Por igual se realizaron pruebas de catecolaminas (ácido 5-hidroxiindolacético, un metabolito de la serotonina) para descartar la presencia de tumores malignos. Además deben realizarse pruebas de la función renal (Urea y creatinina), de la función hepática (AST, ALT), ASO, fosfatasa alcalina y plomo.
Luego se procede a evaluar la severidad de la enfermedad y riesgo de mortalidad debido a intento suicida o intento autolítico (planeación fallida de intento suicida). En caso de severidad leve (no exista ideación suicida), emplear terapia de apoyo con vigilancia de la respuesta durante las primeras seis u ocho semanas.
Ante una depresión moderada, iniciar la terapia cognitivo-conductual y/o un antidepresivo. Los antidepresivos de primera línea son los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS). Pero si la paciente presenta una depresión severa, priorizar el uso inicial de un antidepresivo, acompañado siempre de psicoterapia.
Bibliografía:
- Ministerio de Salud Pública República Dominicana. Protocolo de Atención a niños, niñas y adolescentes con Trastorno de Depresión. [Internet]. 2018. Disponible en: 1. https://repositorio.msp.gob.do/bitstream/handle/123456789/920/Protocolo%20de%20Atencion%20a%20Ninos%2C%20Ninas%20y%20Adolescentes%20con%20Trastorno%20de%20Depresion.pdf?sequence=1&isAllowed=y
- Mullen S. Major depressive disorder in children and adolescents. Mental Health Clinician [Internet]. 2018 Nov 1; 8(6):275-83. Available from: http://dx.doi.org/10.9740/mhc.2018.11.275
- Sadock BJ, Sadock VA, Belkin GS. Kaplan & Sadock’s pocket handbook of clinical psychiatry. 5th ed. Philadelphia, Pa: Lippincott Williams & Wilkins; 2010. 566 p.
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