LATINOAMERICA.- En febrero de 2015, un grupo de médicos del noreste de Brasil empezó a detectar un número inusualmente alto de pacientes con síntomas parecidos a los de una gripe, con fiebre, malestar e idéntica erupción cutánea. A finales de marzo, el número de afectados superaba ya los 7.000, aunque más del 80% de las muestras daba negativo para dengue -el principal ‘sospechoso’-. Tuvieron que pasar unas semanas hasta que el laboratorio nacional de referencia remitió a la Organización Mundial de la Salud (OMS) los resultados definitivos en varias muestras. Se trataba de afectados por Zika.
En esos primeros meses, nadie en Brasil sospechó inicialmente de este virus, porque nunca antes se había detectado esta enfermedad en territorio latinoamericano. De hecho, desde su descubrimiento en 1947 (primero en macacos y ya en 1952 en humanos), el Zika nunca había salido de África hasta que en 2007 se detectaron 185 casos sospechosos en el archipiélago de la Micronesia, en el Pacífico.
El único precedente del actual brote de Zika en Latinoamérica se registró en 2013 en otro archipiélago, el de la Polinesia francesa, aunque los números de aquella ocasión no le hacen ni siquiera sombra a la situación actual: 30.000 infectados y unos 70 casos graves de síndrome de Guillain-Barré. Aunque inicialmente no se asoció el virus con casos de microcefalia, análisis posteriores han permitido identificar al menos 17 casos de bebés nacidos con malformaciones en aquella ocasión.
En los últimos siete años se han diagnosticado casos esporádicos de Zika en países como Camboya, Tailandia, Indonesia, Nueva Caledonia, la Isla de Pascua (Chile) o las Islas Cook. Pero nada comparable a la situación actual en Latinoamérica.
Desde aquel 7 de mayo de hace un año (aunque el análisis retrospectivo indica que el país ya habría empezado a sufrir casos a finales de 2014), el Zika se ha expandido ya a 42 países (en ocho de ellos con transmisión de persona a persona). La presencia de una gran población de mosquitos ‘Aedes’ -muy adaptados a vivir en zonas urbanas-, la alta movilidad de personas y la falta de inmunidad natural en la población contra un patógeno desconocido habrían servido de caldo de cultivo perfecto en el continente.
En Brasil, epicentro de la epidemia, se han podido confirmar 1.168 casos de microcefalia en bebés (aunque las sospechas se ciernen sobre unos 7.150 casos). Además, se han registrado 246 fallecimientos en abortos o inmediatamente después del parto a causa de los daños cerebrales. Unas cifras muy superiores a los siguientes territorios con mayor número de casos, la Polinesia francesa (con ocho) y Colombia con siete. Sin embargo, esto no hace bajar la guardia a los especialistas que temen una segunda oleada de nacimientos con microcefalia en mujeres que se infectaron con el virus Zika con posterioridad.
El caso que este jueves se confirmaba en Barcelona de una gestante es el segundo de microcefalia por Zika en territorio europeo (después de uno diagnosticado en Eslovenia).Con respecto a la otra secuela neurológica más habitual en las personas infectadas por el virus Zika, el síndrome de Guillain-Barré, la OMS ha documentado ya un aumento de la incidencia de esta parálisis en 13 países (de nuevo Brasil es el más afectado). Sin embargo, pese al rastro que deja la enfermedad en estos 12 meses, todo indica que las medidas de control tomadas en los últimos meses (como las fumigaciones masivas o las advertencias a embarazadas) están surtiendo su efecto en el control del Zika en Latinoamérica.
Fuente: El Mundo
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