Existen dos grandes desafíos en el tratamiento de la depresión: el primero reside en que casi el 50% de los pacientes no responde bien a los fármacos existentes. Y el segundo es el tiempo que tardan las medicaciones convencionales para empezar a hacer efecto. Un grupo vinculado a la Universidad de São Paulo, en Brasil, resolvió abordar este último problema señalando un camino rumbo a tratamientos que generen un resultado más rápido sobre la depresión, o incluso agudo, ya que los efectos de los medicamentos convencionales tardan entre tres y cinco semanas para aparecer. Los investigadores utilizaron moduladores epigenéticos para intentar ‘borrar’ las consecuencias del estrés y las marcas epigenéticas que este induce. Los mecanismos epigenéticos forman parte de un complejo sistema que controla la activación y la desconexión de los genes.
La exposición al estrés es un factor clave en el desencadenamiento de procesos depresivos, pues altera determinados marcadores epigenéticos en el cerebro, y muchas alteraciones suceden en genes relacionados con la neuroplasticidad (que es la capacidad del cerebro de modificarse con relación a las experiencias). El estrés aumenta la metilación de ADN en esos genes, y esta metilación es un mecanismo represor en general: hace que la cromatina quede condensada, los factores de transcripción no logran leer la información y no se transcribe el gen. La mayoría de los antidepresivos existentes en el mercado actúan disminuyendo este proceso de metilación del ADN.
Pero el equipo coordinado por la profesora Sâmia Joca, vinculado a la Universidad de São Paulo (USP), en Brasil, y a la Universidad de Aarhus, en Dinamarca, resolvió investigar con mayor precisión una de las proteínas del sistema nervioso, denominada BDNF (brain-derived neurotrophic fator), una neurotrofina cuyo efecto ha sido bien documentado en la regulación de la plasticidad de las neuronas. “El estrés disminuye la expresión del BDNF y, tal como se encuentra demostrado en la literatura, si se bloquea la señalización mediante BDNF, el efecto del antidepresivo no se concreta. Por eso mismo, fuimos directamente a él”, explica Joca, quien trabaja en el Departamento de Ciencias Biomoleculares de la Facultad de Ciencias Farmacéuticas de la USP en la localidad de Ribeirão Preto.
El grupo trabajó con la siguiente hipótesis: el estrés aumentaría la metilación del gen para BDNF, lo cual disminuiría su expresión, y esta merma estaría relacionada con la conducta depresiva. “Por eso pensamos: se administrásemos un modulador genético que inhibe la metilación del ADN, ese proceso no se concretaría, los niveles de BDNF quedarían normales y se produciría un efecto antidepresivo. Si el efecto antidepresivo está relacionado con la normalización de este perfil de metilación –por eso las drogas convencionales tardan en funcionar, pues requieren tiempo para eliminar las alteraciones que el estrés provoca– imaginamos que, al efectuar una modulación directa de esos mecanismos epigenéticos, el efecto aparecería rápidamente. Y eso fue lo que observamos.”
Estos resultados figuran en un artículo publicado en la revista Molecular Neurobiology, cuya primera autora es la investigadora Amanda Juliana Sales, becaria de la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo -FAPESP. Izaque S. Maciel y Angélica Suavinha, también bajo la dirección de Joca y coautores del artículo junto a ella y Sales, también son becarios de la FAPESP.
“Pusimos a prueba dos drogas, una de ellas aplicada en el tratamiento del cáncer (de gliomas) y otra totalmente experimental. Es importante remarcar que no son fármacos con los cuales se pueda tratar la depresión, porque si disminuyen la metilación de ADN de manera irrestricta, aumentarán la expresión de diversos genes, no solamente del gen de nuestro interés. Por ende, habrá efectos adversos. No es una perspectiva de nuevos antidepresivos, pero el resultado del estudio apunta un camino interesante hacia el diseño de nuevos abordajes de tratamiento”, aclara Sâmia Joca.
Fuente: CICYT
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