Por el doctor Miguel Suazo, Consultor en Bioética.
El presente artículo corresponde a una revisión de varias participaciones nuestra en congresos médicos nacionales e internacionales con temáticas correlacionadas.
Por considerarla de interés en momentos de turbulencia bioética en la medicina dominicana, hacemos este modesto aporte
El paciente oncológico. Cuando este es diagnosticado temprano deja distintos márgenes que pueden ir desde la cura, el control o la posposición de su desenlace y cada una de estas etapas nos envuelve en el requerimiento de una fundamentación ética distinta, pero con un denominador común que debe estar signado por la información oportuna.
Cuando esta enfermedad instalada hace crisis aguda puede no dejar ningún margen que no sea el de las intervenciones poderosas que ofrece el arsenal terapéutico moderno, pero quizás sin expectativas reconfortantes con la proporcionalidad del intento. Peor cuando los pacientes llegan con los procesos instalados, sin haber tenido la oportuna atención en el momento adecuado.
De esas mismas variables dependerá el rendimiento de las coberturas de los llamados medicamentos de alto costo y de alto impacto, pues no es lo mismo tener este servicio al inicio de los síntomas, del diagnóstico, que en el momento en que el paciente se debate en la “pendiente resbaladiza” en que la vida se acaba, la cobertura se agota y se prolonga la agonía.
Es un proceso de múltiples intervinientes.
A pesar de estas improntas de orden social, queremos visualizar desde la perspectiva de la bioética el componente humano de la atención en los pacientes que son asaltados por la realidad del sufrimiento y la muerte enfrentándose a una dinámica nueva en su estilo de vida y produciendo en los profesionales unas demandas relacionales que producen incertidumbre moral.
¿A cuáles incertidumbres nos referimos? A aquellas que las situaciones imponen, pacientes que quieren saber sobre su situación real, familiares que no quieren que se les informe, que piden que les den mentiras piadosas, exigen que los informados sean los familiares autorizados; por el otro lado médicos que se preguntan si deben decirlo todo o dosificarlo o complacer a los familiares.
Este es el tema central de esta ponencia, no como decirlo sino sobre el deber moral de decirlo.
Este problema moral es propio de la modernidad, pero el tema de la comunicación es muy antiguo, pues era más que claro que al paciente no se le debía de informar nada sobre su enfermedad, obedeciendo a la concepción preexistente de que el papel del médico era curativo y no educativo.
En el texto denominado “Bioética Clínica” del Dr. Diego Gracia, afirma “en la antigüedad clásica se decía a propósito del buen médico: Herba non verba, remedios no palabras”.
Continúa en una segunda parte.
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