La detección de feromonas y el comportamiento social se ven alterados por la vejez y enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, revela investigación del Instituto de Neurociencias.
El Instituto de Neurociencias (IN-CSIC-UMH) ha llevado a cabo un estudio que analiza cómo el envejecimiento y el Alzheimer afectan la interacción social en roedores. Los resultados, publicados en la revista Molecular Neurobiology, revelan que tanto los individuos envejecidos naturalmente como aquellos con un modelo animal de la enfermedad de Alzheimer mostraron menos interacción con nuevos congéneres.
La capacidad de relacionarse con los demás puede verse comprometida a medida que envejecemos debido a cambios en la estructura y función del cerebro. El empobrecimiento social ha sido identificado como un factor importante que disminuye la esperanza de vida y se asocia con la aparición de demencia y trastornos neurodegenerativos, como el Alzheimer. Sin embargo, los mecanismos exactos por los cuales el envejecimiento afecta el procesamiento de la información social no están completamente comprendidos.
En los experimentos realizados, los investigadores del IN-CSIC-UMH midieron el tiempo que los roedores invertían en explorar un espacio con un objeto, con un individuo conocido y con un nuevo congénere. Esto les permitió evaluar la sociabilidad general y la capacidad de reaccionar ante la novedad social. Se observó que todos los individuos envejecidos, tanto los envejecidos naturalmente como los modelos de Alzheimer, pasaban más tiempo explorando el área donde se encontraba otro congénere en comparación con la zona con un objeto. Sin embargo, se detectó una disminución significativa en la interacción con nuevos individuos, especialmente en los ratones afectados por envejecimiento patológico.
Estos hallazgos proporcionan una comprensión más profunda de los efectos del envejecimiento y el Alzheimer en el comportamiento social y destacan la importancia de la interacción social para el bienestar general. El estudio apunta a la necesidad de seguir investigando los mecanismos subyacentes a estos cambios y cómo podrían influir en el desarrollo de terapias y tratamientos para trastornos neurodegenerativos como el Alzheimer.
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