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Estudio sostiene que pasear lo cura casi todo

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Pasear y divagar empieza a tener buena prensa, el doctor Bruno Ribeiro, profesor del Departamento de Anatomía Humana y Psicobiología de la Universidad de Murcia aseguró que hay numerosos beneficios de andar sin rumbo.

Sostuvo que dedicar 20 minutos a deambular entre 20 o 30 minutos cada día,  tiene dos vertientes, cuando lo haces por sitios conocidos y cuando vas por lugares nuevos.

Aseguró que si paseas por sitios que ya conoces, los primeros efectos positivos son los de activación cardiovascular: quien mueve las piernas, mueve el corazón. Mientras paseas, giras la cabeza: el campo visual va cambiando y se encuentran estímulos visuales a la derecha y a la izquierda. “De esta manera, se activan ambos hemisferios cerebrales, el paseo los pone a hablar entre sí. Esto es un magnífico ejercicio, pues en el cerebro, un hemisferio suele dominar sobre el otro”.

Explicó que, si se hace de forma consciente “estando aquí y ahora”, el paseo se transforma en un acto meditativo. “Para eso, hay que abstraerse de pensamientos del pasado y del futuro y concentrarse en el presente. Es muy difícil, pero si se consigue, el paseo tendría todos los beneficios de una meditación. A veces, las personas con dificultades para hacer una meditación clásica pueden conseguirlo durante un paseo”.

Pasan aún más cosas en el cerebro cuando paseamos por sitios desconocidos, según indica el doctor Ribeiro, “como que se libera dopamina, un neurotransmisor que marca la novedad en el cerebro y sirve para identificar el peligro o para prestar atención. Un buen aporte diario de dopamina elevará otro neurotransmisor, la serotonina, que es la responsable del estado de ánimo. El paseo ayuda a mantener ambos neurotransmisores en niveles altos”.

De igual manera varios ensayos clínicos y experimentos han demostrado que el deambular mental del caminante propicia la creatividad. La explicación es que como no se requiere un esfuerzo consciente para andar, la atención se libera, se abre a nuevas imágenes y asociaciones, la mente lo mezcla todo.

 Precisamente, es el estado perfecto para innovar, lo comprobaron dos profesores de la Universidad de Stanford, Marily Oppezzo y Daniel Schwartz, en una serie de estudios en 2014 que midieron cómo caminar cambiaba en cada momento los niveles de creatividad. 

En los cuatro experimentos, 176 estudiantes tuvieron que completar varias tareas de pensamiento creativo mientras estaban sentados, andando sobre una cinta de correr o paseando por el campus. En una de las pruebas se debían buscar usos atípicos a objetos de la vida cotidiana, como un botón o un neumático.

 Lo que comprobaron fue que cuando los estudiantes andaban se les ocurrían hasta seis veces más usos para esos objetos que cuando hacían la prueba sentados. Sin embargo, en las pruebas que requerían una respuesta única y precisa se cometieron más errores cuando el grupo iba paseando.

 Los investigadores concluyeron que dejar la mente a la deriva en un mar de pensamientos era bueno para crear, pero no para encontrar una solución única a un problema.

Por dónde paseamos también importa. No es lo mismo andar por un bosque que hacerlo por una ciudad. 

Finalmente el estudio de la Universidad de Carolina del Sur, dirigido por el profesor Marc Berman, comprobó que los estudiantes que paseaban por una arboleda tenían un rendimiento mejor en una prueba de memoria respecto a los que andaban por la ciudad. Leer estudio aquí.

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