Por el doctor Pedro Ramírez Slaibe*
La salud mental es un derecho humano fundamental. Sin embargo, en Latinoamérica y la República Dominicana, este derecho está lejos de ser garantizado. En estas regiones, las inequidades sociales—entendidas como las diferencias injustas en acceso a recursos, oportunidades y servicios—tienen un impacto profundo en el bienestar psicológico de las personas. Más allá de ser un problema individual, la salud mental refleja las desigualdades estructurales que configuran nuestras sociedades: pobreza, discriminación, exclusión de género y acceso limitado a servicios básicos de salud. Estas inequidades no solo afectan el bienestar psicológico de millones, sino que también generan costos sociales y económicos significativos, perpetuando el círculo vicioso de la exclusión.
La carga de las inequidades en Latinoamérica
Latinoamérica enfrenta desafíos únicos en el contexto de la salud mental. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022), aproximadamente 100 millones de personas en la región sufren algún trastorno mental, con una brecha de tratamiento que supera el 70%. En República Dominicana, el 20% de la población enfrenta problemas de salud mental, como ansiedad y depresión, exacerbados por la pobreza, la exclusión social y la discriminación estructural (DIGEPI, 2014). Las mujeres, especialmente, sufren de manera desproporcionada: el 9.2% de ellas padece ansiedad, en comparación con el 4% de los hombres, una diferencia marcada por las desigualdades de género y la carga de roles tradicionales (Reiss, 2013).
La exclusión de grupos marginados, como las comunidades afrodescendientes e indígenas, intensifica aún más este problema. Estas poblaciones enfrentan una doble carga: mayor exposición a condiciones adversas, como la pobreza y la violencia, y menos acceso a servicios de salud mental, perpetuando el ciclo de inequidad.
Impacto del estrés crónico y la neurobiología
El estrés crónico derivado de las desigualdades sociales no solo afecta el bienestar psicológico, sino que altera la biología del cerebro. Estudios neurocientíficos han demostrado que el estrés prolongado activa el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal, lo que genera niveles elevados de cortisol que afectan regiones clave como el hipocampo y la amígdala. Estas alteraciones disminuyen la capacidad para manejar emociones y aumentan la predisposición a trastornos como la ansiedad y la depresión (Patel et al., 2018). La neuroinflamación, mediada por la activación de microglía, exacerba aún más estos síntomas en individuos expuestos a adversidades sociales prolongadas (Thornicroft et al., 2017).
Estos hallazgos no son solo datos abstractos: explican cómo las inequidades estructurales no solo limitan el acceso a servicios, sino que literalmente reconfiguran la biología de quienes las padecen, perpetuando la vulnerabilidad a nivel intergeneracional.
El costo de ignorar la salud mental
A nivel económico, las consecuencias de esta crisis son alarmantes. En toda Latinoamérica, los trastornos mentales generan costos anuales de aproximadamente 50,000 millones de dólares debido a la pérdida de productividad y los gastos médicos asociados (OMS, 2022). En República Dominicana, el absentismo laboral relacionado con problemas de salud mental representa un impacto de 14,500 millones de dólares anuales (El Dinero, 2024). Estas cifras reflejan la urgente necesidad de priorizar la salud mental, no solo como un problema de bienestar humano, sino también como un tema de sostenibilidad económica.
Casos de éxito y aprendizajes
Aunque la región enfrenta grandes desafíos, algunos países han implementado soluciones innovadoras que sirven como ejemplos replicables. Brasil ha integrado la salud mental en la atención primaria a través de los Centros de Atención Psicosocial (CAPS), proporcionando servicios comunitarios que han mejorado significativamente el acceso y reducido la brecha de tratamiento. Por su parte, Chile ha implementado programas escolares para detectar problemas de salud mental tempranamente y reducir el estigma asociado. Estas iniciativas demuestran que con voluntad política y recursos adecuados, es posible transformar la salud mental en una prioridad colectiva (OMS, 2022).
En República Dominicana, la oportunidad para aprender de estas experiencias y adaptarlas al contexto local es evidente. Implementar programas comunitarios similares podría ser un paso crucial para abordar las disparidades existentes.
Una llamada urgente a la acción
La salud mental en Latinoamérica y en la República Dominicana no puede seguir siendo relegada en las agendas políticas. Abordar esta crisis requiere un enfoque integral que combine inversión económica, innovación en políticas públicas y un cambio cultural que derribe el estigma.
A tales efectos, se requiere incrementar el presupuesto destinado a salud mental al 5% del gasto sanitario total, como recomienda la OMS, con lo que se reduciría significativamente la brecha de tratamiento.
De igual modo, se ha recomendado integrar la salud mental en la atención primaria asegurando que los servicios lleguen a las comunidades rurales y urbanas marginadas.
Un componente de interés a considerar es el diseño de campañas masivas que reduzcan el estigma asociado a los trastornos mentales y que fomenten la detección temprana.
Por último, establecer métricas clave para evaluar el éxito de las políticas implementadas, como la reducción de los costos asociados al absentismo laboral o el aumento en el acceso a los servicios.
Una región que merece sanar
El bienestar de una sociedad no se mide únicamente por su economía, sino por la calidad de vida de sus ciudadanos. Invertir en salud mental no es solo una cuestión de ética y justicia social; es una inversión en el futuro de las comunidades y en la sostenibilidad de toda una región. Latinoamérica tiene la oportunidad de liderar un cambio en la forma en que se aborda la salud mental, aprendiendo de experiencias exitosas e implementando soluciones adaptadas a su realidad.
Cuidar la salud mental no es solo cuidar la mente; es cuidar el alma de una región que merece sanar.
Referencias
1. Organización Mundial de la Salud (OMS). (2022). La salud mental en cifras globales. Recuperado de https://www.who.int
2. DIGEPI. (2014). Informe sobre el sistema de salud mental en República Dominicana. Ministerio de Salud Pública.
3. Reiss, F. (2013). Socioeconomic inequalities and mental health problems in children and adolescents: A systematic review. Social Science & Medicine, 90: 24-31.
4. El Dinero. (2024). Costos y estigma limitan el acceso a la salud mental en República Dominicana. Recuperado de https://eldinero.com.do
5. Patel, V., et al. (2018). The Lancet Commission on global mental health and sustainable development. The Lancet, 392(10157): 1553-1598.
6. Thornicroft, G., et al. (2017). Poverty and mental health: Disparities in access to care. The Lancet Psychiatry, 4(5): 409-417.
*Médico Especialista en Medicina Familia
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