En respuesta al artículo de Fabián Maero “Salud mental vs salud psicológica”
Por Ayaibex Montas/SD
Historia de la salud mental
El término salud mental es heredero del mítico Movimiento de Higiene Mental impulsado por Clifford Beers –un ex paciente psiquiátrico- en EE.UU. a comienzos del Siglo XX, y luego, de los imperativos sociales de la segunda mitad de los años 40 determinados por el Organismo Mundial de la Salud (OMS).
El concepto de salud mental tal y como lo define hoy en día la Organización Mundial de la Salud (OMS), que se refiere a un bienestar y no solo a la ausencia de trastornos, no llega hasta finales de 1940.
Hay que adscribirse a lo que plantea J.C. Flugel en la inauguración del Primer Congreso Internacional de Salud Mental, señalando que la salud mental: “es una condición que permite el desarrollo físico, intelectual y emocional óptimo de un individuo, en la medida que ello sea compatible con la de otros individuos” (Bertelote: 2008, p. 114).
¿Tiene sentido hablar de salud mental? Probablemente sí, en tanto parece ser el único espacio posible en nuestro medio para hacer la diferencia entre la salud humana y el correcto funcionamiento del ser humano, incluyendo a la mente.
Las precisiones de la OMS establecen que “La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». De manera que, salud no es solamente la ausencia de enfermedades sino, resultante de un complejo proceso donde interactúan factores biológicos, económicos, sociales, políticos y ambientales en la generación de las condiciones que permiten el desarrollo pleno de las capacidades y potencialidades humanas, entendiendo al hombre como un ser individual y social.
“La salud mental se presenta como un objeto genérico, bajo el cual se cobijan un conjunto disperso de discursos y prácticas sobre los trastornos mentales, los problemas psicosociales y el bienestar”; discursos y prácticas que “obedecen a racionalidades propias de los diferentes enfoques de salud y enfermedad en el ámbito de la salud pública, la filosofía, la psicología, la antropología, la psiquiatría, entre otras, y por tanto, las concepciones de salud mental dependen de estos enfoques y de las ideologías que le subyacen” (Restrepo & Jaramillo: 2012, p. 203).
Ya que la sociedad ejerce una gran influencia sobre el hombre, es imposible separar la salud mental de la sociedad en cuestión. Y en el mundo actual ya se habla de mente-cuerpo o cuerpo-mente refiriéndose a que existe una parte material y una parte inmaterial. Es necesario no separar la realidad de la salud mental de la salud física. La relación que existe entre las enfermedades biológicas y las enfermedades mentales tienen una evidente conexión, como lo señala Benedetto Saraceno en el Simposio “Salud mental y física durante toda la vida” de la Organización Panamericana de la Salud (OPS):
“Los desafíos complejos que presenta la comorbilidad de las enfermedades mentales y físicas estarán mucho mejor atendidos en todo el mundo con estrategias de atención integral dirigidas al paciente y a la comunidad (…) Los expertos tienen que comunicarse porque es evidente que la comorbilidad entre lo físico y lo mental exige una intervención vertical, no horizontal. La comorbilidad clínica es la regla, no la excepción
Además, añade Roses que una cuarta parte de la población adulta en América Latina y el Caribe ha sufrido de algún problema mental.
Continuará..
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