Por la doctora Marcia Castillo, médico neurólogo, con entrenamiento en Parkinson y movimientos anormales.
(809) 540-2521.
Friedrich Nietzsche escribió “Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti”. Recientemente participamos en un panel de expertos donde discutimos una problemática que se torna cada vez más prevalente en la sociedad tardomoderna pero que al estar permeada por tabúes, desinformación o vergüenza aún no se ventila con la suficiente transparencia en nuestras consultas.
El debate versaba sobre “La pornografía en la población infantojuvenil, cerebro y salud emocional”. El aumento de las tasas de adicción a la pornografía se ha exponeciado en las últimas décadas, en una población vulnerable donde se ve injuriada la salud psicofísica en su cotidianidad con una posible repercusión a futuro. La exposición sostenida y cada vez más frecuente a la pornografía en las diferentes plataformas digitales altera las relaciones interpersonales e intrapersonales en el adolescente y puede definir los patrones de relaciones en la adultez.
El desbalance neuroquímico ante el consumo indiscriminado y desmedido de los sitios web que muestran pornografía a diestra y siniestra mantiene disparado los circuitos de recompensas inmediatas y la gratificación dejando la puerta entreabierta a otras adicciones y dependepencias.
Algunos lectores escépticos dirán que la pornografía siempre ha existido empero hoy estamos bombardeados de información erotizada y sexualizada en todos los estratos, sumemos a esto el anonimato que permite un acceso fácil y cada vez más temprano (8-10 años), edades muy precoces para el contacto con este tipo de imágenes vívidas, hiperreales y totalmente descontextualizadas percibidas desde un cerebro que no ha culminado su maduración y que persigue a todo costo altas dosis de dopamina y de bienestar no importa las consecuencias, porque recalcamos, el freno moral, el juicio y la capacidad de medir riesgos aún están en construcción.
Otro costado social del problema es que el adolescente normalizará estos patrones y los extrapolará a sus primeras relaciones asumiendo que lo que observa en la pantalla: desmesura, cosificación del otro, vejación, sadismo, relaciones múltiples sin afectividad y sin contacto emocional, son la normativa. La empatía y el respeto se quedan por fuera de la construcción de su yo.
¿Qué es pornografía y que no? ¿Por qué genera adicción?
La pornografía es una presentación abierta y cruda del sexo que busca producir excitación y que genera adicción porque estimula, como hemos citado, vías de recompensa demandando cada vez más excitación y persiguiendo estímulos más crudos. Esto se explica por el denominado efecto de Coolidge donde se busca lo nuevo, así se dispara el placer y se mantiene más motivado, sin medir riesgo, trascendencia ni daño, generando ansiedad y angustia cuando no se puede conseguir lo que se desea.
La dependencia a la pornografía, como cualquier dependencia, altera la dinámica escolar, provoca aislamiento, escasa socialización y pérdida de la empatía. Si nos planteamos que un adolescente tal vez no se ha iniciado en sus relaciones amorosas y su relación fundacional está basada en una representación porno, totalmente irreal, que invisibiliza al otro y sin coherencia afectiva, ahí estará su marco de referencia.
Por último queremos signar que la sexualidad es inherente al ser humano y la adolescencia es una etapa de exploración, aprendizaje y autodefinición, el niño está en un intrincado proceso de ensamblaje de su personalidad pero desde la óptica neurológica el neurodesarrollo aún no concluye, es por eso que esta etapa álgida y espinosa debe ser observada desde el respeto, fomentando el diálogo con nuestros hijos y repensar con ellos la idea que en su momento postuló J. Armiñan sobre la televisión y ahora medio siglo después extrapolándolo a las redes sociales “Modestamente, la televisión no es culpable de nada. Es un espejo en el que nos miramos todos, y al mirarnos nos reflejamos”.
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