Son numerosos los estudios que ponen de manifiesto la fuerte relación entre depresión y suicidio, y hay una palabra clave de fondo: la desesperanza. Un sentimiento que lleva a las personas a creer que hagan lo que hagan no van a conseguir supera el dolor y el sufrimiento que les embarga, en medio de un sentimiento de profunda soledad
Este vínculo fatal se da sobre todo entre los grupos más vulnerables, y especialmente en ancianos y adolescentes, y cuando la depresión se cronifica.
“De hecho, los expertos señalan que el 90 % de las personas que cometen suicidio tienen un problema de salud mental, principalmente depresión”.
Así lo afirma Ángel Gil, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Rey Juan Carlos, uno de los múltiples autores del Libro Blanco “Depresión y suicidio 2020. Documento estratégico para la promoción de la Salud Mental”, impulsado por la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP), la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB) y la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental (FEPSM), con el apoyo de Janssen.
En Europa, de las 60.000 personas que mueren por suicidio consumado, más de la mitad estaban deprimidas.
En España. el suicido es la causa externa más frecuente de muerte por encima de los accidentes de tráfico, y la segunda causa de muerte más frecuente en el grupo de edad de entre los 20 y los 24 años en el año 2017, pero también cabe destacar que el aumento de la depresión está ligado al envejecimiento de la población, con la vida en soledad y con patologías crónicas asociadas v comorbilidad.
Desesperanza y soledad
Luis Fernando López Martínez, psicólogo e investigador de conductas autolesivas y suicidas en entornos digitales, explica a EFEsalud que la palabra clave para entenderlo es la desesperanza.
“Existe una indefensión que lleva al paciente a creer que haga lo que haga no se va a revertir el dolor y sufrimiento que padece. La desesperanza es una característica nuclear de la depresión”.
Cuando no hay un acompañamiento social, cuando estas personas no encuentran lugares cálidos donde poder conversar, exponer su dolor, “se sienten estigmatizadas y desconectadas de la sociedad y sus relaciones, su sentimiento de culpa y desesperanza empieza a anidar en ellas, y deviene en depresión, como patología mental”.
Con el tiempo, explica este psicólogo que es también experto en duelo y prevención de conductas suicidas, empiezan a desarrollar ideación suicida, pero en esta fase no saben donde, como y cuando lo van a hacer. “Piensan en la muerte como una salida a su sufrimiento pero no está elaborada”, añade.
Si no hay un buen acompañamiento clínico y social, la ideación suicida empieza a estructurarse, a pensar cuándo y cómo lo van a hacer, y bajo la creencia de que los que les rodean van a estar mejor sin ellos.
En su pensamiento distorsionado por la depresión llegan también a la conclusión de que nadie les puede ayudar, y que su sufrimiento nunca a va a terminar. Es por ello que la depresión está muy ligada a la ideación suicida, se presenta como una tormenta perfecta.
El mundo actual y tecnológico aparece como un gran telón de fondo detrás de los pacientes jóvenes, pero también en los mayores. Los jóvenes, considera el especialista, no están educados en la frustración y la capacidad de adaptación a una época de mucha incertidumbre.
La cultura de la inmediatez y de las redes sociales también incide: la imagen virtual de triunfo y de aparentar cuenta más que una identidad personal sólida que no saben como desarrollar, y es ahí cuando comienzan conductas poco adaptativas, que pueden derivar en trastornos de ansiedad, depresivos y con el tiempo revertir en un cuadro patológico.
En cuanto a la tercera edad, señala López Martínez, existe una cultura del abandono donde los mayores no están arropados, ni bien acompañados.
“Se sienten muy desconectados en un mundo que es muy rápido y tecnológico, que no entienden, no comprenden, con dificultades de acceso. Se sienten desamparados, todo esto sumado a la actual situación de pandemia, y con un gran fondo de soledad“.
Fuente: EFE
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