Un cambio en las políticas de salud mental

Por: Angelina Sosa Lovera, Psicóloga clínica, salubrista

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Cuando hablamos de salud mental, pensamientos inmediatamente en el “loco” que anda en la calle desarropado, sucio o incoherente. Hablar de salud mental, hacemos referencia a cualquier situación o malestar que altere el buen funcionamiento de nuestros pensamientos y emociones, y con ello, nuestro comportamiento y la manera como nos relacionamos con los demás.

Usted lector, en este momento, antes o después de la lectura, podrá tener pensamientos de tristeza, de miedo, de incertidumbre, de preocupaciones por cualquier cosa que le esté pasando, y estos pensamientos harán que se torne agresivo o que se aísle. Y a su vez, ese comportamiento hará que tenga dificultades para relacionarse con otros, que disminuya la comunicación con su familia, que no tenga deseos de ir a trabajar, o que, si trabaja, cometa errores. O que no se concentre al estudiar o al leer. Y es que todos estamos expuestos a tener algún problema que afecte nuestra mente, nuestras emociones y nuestra conducta.

La Organización Mundial de la Salud señala que el 50% de las enfermedades mentales en el mundo surgen antes de los 14 años. La Depresión, es la tercera enfermedad más común en la población en el mundo. Además de que las enfermedades mentales afectan significativamente el desarrollo físico y social de los jóvenes. Más de 800 miles de personas mueren cada a causa del suicidio, y los problemas de salud mental afectan significativamente la productividad de las organizaciones.

La experiencia del país es que las políticas de atención a la salud mental han estado dirigidas desarrollar grandes instalaciones hospitalarias, sumamente costosas, inaccesibles, algunas aisladas y olvidándose de las personas que necesitan atención en sus comunidades, cercanas a sus casas.

Es necesario un Cambio en la política de salud mental, dirigida a acercar la salud mental al bienestar de la gente, de los que trabajan, de los que estudian, de las mujeres, de los niños y los adolescentes, de los envejecientes. La salud mental debe estar en la atención primaria, debe estar disponible para las personas, a bajo costo, sin tener que trasladarse a lugares lejanos o a las grandes ciudades. Pero no sólo “decir que está” con la contratación del personal clínico. Deben diseñarse programas efectivos dirigido a poblaciones concretas en las comunidades. Estrategias adecuadas de mejora de la salud mental ayudará a reducir otros problemas como la violencia, el consumo de alcohol en jóvenes, el embarazo en adolescentes, conducta sexual segura, autocuidados y protección para disminuir enfermedades crónicas, y hasta reducción de la mortalidad materna por el cuidado y apego seguro al bebé. La integración de las políticas de salud mental es necesario.

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